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15 Jan
15Jan

Tres momentos importantes para pensar se te ofrecen hoy: la purificación de María como Madre de Dios y la figura de dos ancianos, Simeón y Ana, la profetisa. «Simeón tomó al Niño en brazos y bendijo a Dios» (Lc 2,22). «Ana alababa también a Dios y hablaba del Niño a todos» (Lc 2,38). Piensa: María, que no necesita de ninguna purificación, se somete a la voluntad de Dios. Simeón es el hombre que espera y se goza cuando ve la «Luz» prorrumpiendo en alabanzas. Y Ana es la mujer que no se contenta con alabar a Dios, sino que hablaba de él a todos los que esperan la liberación de Israel. ¿Qué te dicen estos tres personajes hoy si comparas su actitud con cómo te cuesta a ti dar cumplimiento a la voluntad de Dios? María desborda humildad.

 Simeón es el medio elegido por Dios para comunicar el sentido salvador y redentor de Jesús. En este momento María recibe el sufrimiento que va a tener con Hijo.

¿Eres capaz de acoger los medios que te da el Señor en tu vida para saber llevar lo que te sobrepasa? ¿Ha apostado claramente por Jesús? ¿Agradeces a Simeón ya Ana, la profetisa, el ejemplo de sus vidas? Dirígete hoy a María y dile: Gracias por ser el mejor ejemplo para mi vida. Gracias por enseñarme a ser humilde ya saber aceptar el dolor. Gracias por enseñarme a proclamar y comunicar a todos la presencia de Jesús en mi vida. María, ayúdame a purificarme de todo lo que estorba la presencia de Jesús.

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