Los Sacramentos

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la Gracia, instituidos por Jesucristo para santificar nuestras almas.

  • Signos sensibles: Cuando Jesucristo instituyó cada sacramento no eligió una realidad material cualquiera, sino aquella que ya en el plano natural sirve para un fin similar al que Dios quiere producir sobrenaturalmente. Por ejemplo, el agua está relacionada con la vida, y sirve para limpiar. Por esto escogió el agua para el bautismo, porque en el bautismo recibimos la vida divina y se nos limpia la mancha del pecado original. En la Eucaristía El quiso dársenos como alimento espiritual para nuestra alma, por eso escogió el pan. El elemento material (agua, pan, aceite) se llama “materia del sacramento” y las palabras que aclaran el sentido de lo que el ministro realiza o da se llaman “forma”. Ejemplo: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”, “el Cuerpo de Cristo”.
  • Y eficaces. En cada sacramento nos da una gracia distinta y que tiene una eficacia especial (“gracia sacramental”): Uno es el efecto del bautismo (borrar el pecado original, hacernos hijos de Dios y miembros de la Iglesia); otra de la penitencia (devolvernos la gracia o aumentárnosla); otra de la eucaristía (ser alimento espiritual, unirnos a Cristo), otra de la confirmación (darnos la plenitud del Espíritu Santo); otra del matrimonio (capacitar a los esposos para amarse y cumplir su misión); otra la del orden sacerdotal (hacer del ordenado “otro Cristo” y capacitarle para su misión); otra de la unción de los enfermos (asistir al enfermo en el duro paso de la enfermedad y perdonarle los pecados). Dios nos asiste en cada momento importante de la vida con la gracia de un sacramento.
  • Los siete sacramentos han sido instituidos por Jesucristo. Pertenecen a las cosas esenciales de la fe cristiana (no como el agua bendita, las apariciones o las medallas) y no se puede prescindir de ellos. Ninguno ha sido instituido por la Iglesia, pero están bajo su control. Sólo ella puede establecer normas sobre cómo se han de administrar.

Todos los sacramentos obran en virtud del rito establecido por Jesucristo: su validez no depende del estado de gracia del ministro. Su eficacia sí depende del estado espiritual del sujeto que lo recibe, por ejemplo: comulgar digna o indignamente (1 Co 11,27). En cada sacramento hay un ministro que lo administra y un sujeto que lo recibe. Los ministros pueden ser ordinarios y extraordinarios, según sea administrado en circunstancias normales o especiales. Normalmente, por ejemplo, el ministro del bautismo es el obispo, el sacerdote o el diácono; extraordinariamente puede ser administrado por cualquier persona, incluso un ateo, con tal de que tenga intención de hacer lo que hace la Iglesia.

Todos los sacramentos confieren Gracia Santificante, pero el Bautismo, la Confirmación y el Orden además confieren carácter, es decir una marca o sello imborrable.

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