No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo
✠ Lectura del santo Evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió». Palabra del Señor.
¿De qué mundo habla Jesús cuando dice que los discípulos no somos del mundo? ¿Es acaso que debemos negar el mundo en el que vivimos? ¿Y cómo es posible que el mundo pueda odiarnos? ¿Es el mundo algo enemigo y malo al mismo tiempo? En definitiva, ¿qué idea del mundo tiene Jesús en mente cuando catequiza a sus discípulos?
El cristiano, para Pablo, debe sentirse ciudadano del cielo y comportarse según las leyes de esta ciudadanía; debe ser capaz de dirigir su pensamiento hacia arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Para ello debe liberarse necesariamente de las solicitaciones de las cosas del mundo, que tratan de imponer al cristiano su modo de pensar y de vivir. Por eso el mundo es nuestro enemigo. En el momento en que nos conformamos con las cosas de la tierra y perdemos de vista nuestra orientación hacia el cielo, como creyentes caemos en un peligro real de muerte.
El mundo, sin embargo, no es algo malo: depende de cómo me sitúe ante él. Según San Pablo, los cristianos deben relacionarse con el mundo como un actor de teatro se relaciona con el escenario. Del mismo modo que, una vez terminada la obra, el actor vuelve a su casa, así también nosotros, los cristianos, "una vez pasada la escena de este mundo", volvemos a casa. Pero si el actor considerara el escenario como su verdadero hogar y se apegara a él como un niño a sus juguetes, sin querer abandonarlo, le tomarían por loco.
Así el cristiano que se apega al mundo pierde el sentido de su existencia, será burlado y odiado por el mismo mundo que idolatra, que ahora como enemigo lo arrastrará a los remolinos de la nada donde precisamente desaparece la escena de este mundo.