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12 Apr
Evangelio del día - Segunda semana de pascua

Evangelio Jn 6, 1-15

Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

✠ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo. Palabra del Señor.

Reflexión

El Papa Francisco nos recuerda que algunos milagros solo son posibles cuando tenemos un corazón dispuesto a compartir, soñar, sentir gratitud y respeto hacia los demás. Como socios de Dios en esta misión, nuestras pequeñas acciones pueden convertirse en instrumentos de su salvación en el mundo.

Hoy, el Evangelio nos revela el milagro de Jesús alimentando a cinco mil personas con tan solo cinco panes y dos peces. Nos maravillamos ante la generosidad y compasión de Jesús hacia la multitud hambrienta. Este acto milagroso fue un testimonio vivo del amor incondicional de Dios por sus hijos.

En este relato, vemos cómo Jesús no solo satisface las necesidades físicas de la gente, sino que también les ofrece un mensaje de esperanza y provisión divina. Nos invita a mirar más allá de nuestras propias preocupaciones y a reconocer las necesidades de los demás a nuestro alrededor, respondiendo con compasión y generosidad.

Siguiendo el ejemplo de Jesús, podemos ser instrumentos de su amor en el mundo, compartiendo lo que tenemos con aquellos que lo necesitan y extendiendo una mano de ayuda y solidaridad. Como nos recuerda el Papa Francisco que algunos milagros solo son posibles cuando tenemos un corazón dispuesto a compartir, soñar, sentir gratitud y respeto hacia los demás. Como socios de Dios en esta misión, nuestras pequeñas acciones pueden convertirse en instrumentos de su salvación en el mundo.

El desafío del Evangelio es claro: no podemos quedarnos pasivos ante el sufrimiento y la necesidad que nos rodea. En lugar de buscar soluciones fáciles, debemos comprometernos con la misión de Dios en el mundo, ofreciendo nuestro tiempo, talento y recursos para construir un reino de amor y justicia. Así, como verdaderos discípulos de Cristo, podemos ser agentes de cambio y esperanza en un mundo necesitado.

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