La buena noticia de hoy es la radicalidad.
Qué significado edificante puede encontrar el verbo odiar en la reflexión de hoy. El odio no es algo agradable, ¿qué nos hace en el Evangelio, y sobre todo qué hace con las cosas que apreciamos? Jesús no nos pide que hagamos daño a los que amamos o a nosotros mismos, pero sí nos pide que nos recordemos de forma desencantada que, por mucho que amemos a alguien o a nosotros mismos, nadie tiene derecho a ser Dios en lugar de Dios.
El amor sincero que sentimos por alguien, por ejemplo, es lo que más nos recuerda a Dios, pero no es Dios. Tratarlo como si lo fuera es, paradójicamente, decepcionarlo y dañarlo gravemente. En este sentido, Jesús nos pide que no le demos el lugar fundacional porque, de lo contrario, le cargaríamos con una responsabilidad insoportable para él y para el amor mismo. Sólo si Dios está en el fundamento de todo, entonces también cada uno ocupa el lugar y el peso que le corresponde.
Seguir a Jesús significa la libertad de ser lo que somos y vivir lo que vivimos, mirando con amor a Aquel que por amor habita nuestras vidas y nada más. La queja y el pesimismo no son cristianos. No estamos hechos para ir mirando el suelo, sino para elevar los ojos al Cielo.
Fray Enrique OFM.