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21 Nov
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY

JUAN PABLO II, HOMILÍA (Viaje apostólico a Lituania. Santa Misa en Elk) 

«Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19, 5) 

San Lucas, en el pasaje evangélico que acabamos de escuchar, nos relata el encuentro de Jesús con un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos, muy rico. Dado que era bajo de estatura, se subió a un árbol para ver a Cristo. Allí escuchó las palabras del Maestro: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Jesús había notado el gesto de Zaqueo: interpretó su deseo y anticipó su invitación. Incluso causó sorpresa en algunos el hecho de que Jesús fuera a casa de un pecador. Zaqueo, feliz por la visita, «lo acogió con alegría» (Lc 19, 6), es decir, abrió generosamente la puerta de su casa y de su corazón al encuentro con el Salvador. 

«Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres» (Lc 19, 8). Deseo volver a la lectura del evangelio según san Lucas: Cristo, «la luz del mundo» (cf. Jn 8, 12), llevó su luz a la casa de Zaqueo y especialmente a su corazón. Gracias a la cercanía de Jesús, a sus palabras y a su enseñanza, comienza a realizarse la transformación del corazón de ese hombre. Ya en el umbral de su casa, Zaqueo declara: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo» (Lc 19, 8). 

En el caso de Zaqueo vemos cómo Cristo disipa las tinieblas de la conciencia humana. A su luz se ensanchan los horizontes de la existencia: la persona comienza a darse cuenta de los demás hombres y de sus necesidades. Nace el sentido de la relación con los demás, la conciencia de la dimensión social del hombre y, en consecuencia, el sentido de la justicia. San Pablo enseña: «El fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad» (Ef 5, 9). 

La atención a los demás hombres, al prójimo, constituye uno de los principales frutos de una conversión sincera. El hombre sale de su egoísmo, deja de vivir para sí mismo, y se orienta hacia los demás; siente la necesidad de vivir para los demás, de vivir para los hermanos. 

Ese ensanchamiento del corazón como fruto del encuentro con Cristo es la prenda de la salvación, como lo demuestra el desenlace del diálogo con Zaqueo: «Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa (...), pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 9-10).

Esa descripción que nos hace san Lucas del evento que tuvo lugar en Jericó resulta muy actual también aquí hoy. Y nos renueva la exhortación de Cristo, a quien «hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención» (1 Co 1, 30). Al igual que en aquella ocasión frente a Zaqueo, también hoy Cristo se presenta ante el hombre de nuestro siglo, y a cada uno le hace su propuesta: «Conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19, 5).

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