Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros }
Hoy que celebramos la solemnidad de Cristo Rey, el pasaje del Evangelio de Mateo nos sumerge en el juicio final. Jesús, el Hijo del hombre glorioso, se sienta en el trono de su gloria y separa a las personas como un pastor separa las ovejas de las cabras.
A los de su derecha, les otorga la bienaventuranza eterna por sus acciones de amor y misericordia hacia los necesitados, reconociéndolos como sus benditos, herederos del reino. Estos, sorprendidos, preguntan cuándo realizaron estas acciones, y Jesús les enseña que cada vez que mostraron amor y servicio a los más pequeños, lo hicieron hacia Él mismo.
Sin embargo, a los de su izquierda, les aparta de su presencia, lamentándose de su falta de compasión y amor hacia quienes necesitaban ayuda. Estos, desconcertados, preguntan cuándo ignoraron a su Señor en aquellos que necesitaban apoyo, y Jesús les enseña que, al no ayudar a los más necesitados, también lo ignoraron a Él.
El Evangelio nos desafía a reflexionar sobre nuestra respuesta al llamado de servir a los demás. Nos invita a ver la presencia de Cristo en los más necesitados ya responde con amor y compasión. En la solemnidad de Cristo Rey, somos recordados de que el verdadero poder y realización de Cristo se manifiestan en el servicio humilde y amoroso a los más pequeños.
Esta solemnidad nos llama a examinar cómo estamos viviendo nuestra fe en la práctica diaria, recordándonos que el servicio desinteresado y el amor hacia los demás son los criterios fundamentales que Cristo usará para juzgarnos. Nos desafía a construir un reino en la tierra donde el amor y la misericordia sean las bases de nuestra interacción con los demás, reflejando así el verdadero reinado de Cristo en nuestras vidas.