Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Marcos
EN aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse. Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: «Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella replicó: «Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». El le contestó: «Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado. Palabra del Señor.
Queridos hermanos y hermanas, en este bendito día dedicado al Santísimo Sacramento, les doy una cordial bienvenida. Que la presencia de Cristo en la Eucaristía ilumine nuestros corazones y nos guíe en este encuentro de reflexión y oración.
Antes de adentrarnos en la reflexión del Evangelio de hoy, quiero expresar mi más sincero agradecimiento por acompañarnos en este espacio de encuentro espiritual. Su participación en esta comunidad es invaluable y juntos fortalecemos nuestra fe y nuestro vínculo con Dios.
En el Evangelio de hoy, encontramos dos relatos que nos invitan a la reflexión profunda sobre nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes. La historia del rey Salomón nos recuerda la fragilidad humana y la tentación de apartarnos de los mandamientos divinos por el camino del poder y la complacencia. Nos urge examinar nuestros corazones y discernir si seguimos fielmente los mandatos del Señor o si nos dejamos seducir por las distracciones del mundo.
Por otro lado, el encuentro de Jesús con la mujer sirio-fenicia nos enseña lecciones preciosas sobre la humildad, la fe y la compasión. A través de su actitud humilde y su confianza inquebrantable, esta mujer obtiene la gracia de la sanación para su hija. Que su ejemplo nos inspire a acercarnos a Dios con humildad y confianza, reconociendo nuestra dependencia de su amor y misericordia.
Hermanos y hermanas, en este día de gracia, abramos nuestros corazones a la luz del Santísimo Sacramento y permitamos que su presencia transforme nuestras vidas. Que nuestra reflexión nos lleve a renovar nuestro compromiso de seguir fielmente los mandatos del Señor y a vivir con humildad y compasión hacia nuestros semejantes. Que Dios nos bendiga y nos guíe en este camino de fe. Amén.