¡llega el esposo! ¡Salid a su encuentro!
El evangelio de hoy nos invita a ser prudentes, a ser perseverantes y constantes con las cosas de Dios, porque nos sabemos el día ni la hora que él llegara. La prudencia nos ayuda a encontrarnos con Dios. La parábola es una llamada de atención muy seria. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora (Mt 25,13).
Las cinco vírgenes insensatas, al coger sus lámparas, habían olvidado llevarse con ellas el aceite; por el contrario, las vírgenes sensatas junto con sus lámparas traían aceite en jarros. Aquí el aceite quiere significar el resplandor de la gloria; los jarros, son los corazones dentro de los cuales llevamos todos nuestros pensamientos. Las vírgenes prudentes llevan aceite en sus jarros, porque guardan dentro de su conciencia todo el resplandor de su gloria, tal como lo dice san Pablo: Nuestra gloria es el testimonio de nuestra conciencia (2Co 1,12). Las vírgenes insensatas, por el contrario, no llevan el aceite con ellas porque no llevan su gloria en lo secreto de su corazón, es decir, ellas piden su gloria a las alabanzas de otros.
Ha llegado la hora, se oye un grito: ¡Mirad que llega el Esposo, salid a su encuentro! Y todas las vírgenes se levantan. Pero las lámparas de las vírgenes insensatas se apagan porque sus obras, que a los ojos de los hombres y de lejos parecían resplandecientes, por dentro, a la llegada del Juez, no son más que tiniebla; no reciben de Dios ninguna recompensa, puesto que han recibido ya de los hombres las alabanzas que querían; en cambio las lámparas de las vírgenes sensatas a la llega del Esposo brillan con más esplendor porque todas sus obras eran para gloria de Dios que se hicieron acreedoras de su irradiante luz que brilla eternamente.
No dejen que nunca se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, de la fraternidad y de la caridad mutua. Nuestros corazones, llenos de luz, nos permitirán vivir la auténtica alegría en el aquí y ahora. Los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados y conocerán el gozo de la presencia del Esposo esperado. Jesús hoy nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.