Postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias
Hoy, Jesús pasa cerca de nosotros para hacernos vivir la escena de los diez leprosos con un aire realista, en la persona de tantos marginados como hay en nuestra sociedad, los cuales se fijan en los cristianos para encontrar en ellos la bondad y el amor de Jesús. En tiempos del Señor, los leprosos formaban parte del estamento de los marginados. De hecho, aquellos diez leprosos fueron al encuentro de Jesús en la entrada de un pueblo, pues ellos no podían entrar en las poblaciones, ni les estaba permitido acercarse a la gente («se pararon a distancia»).
Con un poco de imaginación, cada uno de nosotros puede reproducir la imagen de los marginados de la sociedad, que tienen nombre como nosotros: inmigrantes, drogadictos, delincuentes, enfermos de sida, gente en el paro, pobres... Jesús quiere restablecerlos, remediar sus sufrimientos, resolver sus problemas; y nos pide colaboración de forma desinteresada, gratuita, eficaz... por amor.
Debemos reconocer que somos pecadores y que, necesitados de perdón, necesitamos reconciliarnos con Dios, hoy les invito a preguntarse. ¿Somos capaces de decir como el leproso Jesús, maestro, ten compasión de mí? ¿Sabemos recurrir a Jesús con plegaria profunda y confiada? ¿Imitamos al leproso curado, que vuelve a Jesús para darle gracias?
Señor Jesús, ten compasión de nosotros. Es una de los grandes clamores de la humanidad sufriente. Una plegaria que repetimos en la misa: “Señor, ten piedad” Jesús nos sana, nos devuelve la salud a veces de golpe; en otras ocasiones lo hace lentamente. Dios nos cura desde la oración de cada día, desde las personas que nos quieren, desde el encuentro con él en los sacramentos, desde la lectura de su Palabra.