El Señor jamás dice que el Reino de Dios es un espectáculo. ¡Es una fiesta! Pero es diferente. Es fiesta, ciertamente, es bellísima. Una gran fiesta. Y el Cielo será una fiesta, pero no un espectáculo. Y nuestra debilidad humana prefiere el espectáculo...
Jesús nos enseña que la fe es un don que Dios concede a los sencillos de corazón: a aquellas personas que saben encontrarla en medio de las ocupaciones normales y en las personas con las que cultivan una relación. Basta que tengan un corazón dispuesto a acoger y lo suficientemente jóvenes para querer aprender lo que Él nos enseña.
En cambio, el Reino de Dios es silencioso, crece dentro. Dios nos habla a través del Espíritu. Y lo hace cuando quiere y donde quiere. Así hablaba de ello Santa Teresina: «El Doctor de doctores enseña sin muchos discursos. Nunca había oído hablar de ello, pero sé que está en mí. En todo momento él me guía e inspira; pero es precisamente en el momento justo cuando descubro una claridad antes desconocida. Regularmente no brillan ante mis ojos durante las horas de oración, sino en medio de las ocupaciones del día».
Fr. Enrique OFM.