El Evangelio de hoy nos habla de la venida del Señor al final de los tiempos. Jesús anuncia acontecimientos sombríos y angustiosos, pero precisamente en este momento nos invita a no tener miedo... Jesús nos señala el camino con un fuerte recordatorio: Guardaos de que no se haga pesado nuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre nosotros […] Estad en vela, pues, orando todo el tiempo. Estar despiertos y orar: he aquí como vivir este tiempo desde hoy hasta la Navidad. Estar despiertos y orar.
El sueño viene siempre de dar siempre vueltas en torno a nosotros mismos, y del permanecer encerrados en nuestra propia vida con sus problemas, alegrías y dolores, pero siempre dando vueltas en torno a nosotros mismos. Y eso cansa, eso aburre, esto cierra a la esperanza. Esta es la raíz del letargo y de la pereza de las que habla el Evangelio.
La segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es la oración. Se trata de levantarse y rezar, dirigiendo nuestros pensamientos y nuestro corazón a Jesús que está por llegar. Uno se levanta cuando se espera algo o a alguien. Nosotros esperamos a Jesús, queremos esperarle en oración, que está estrechamente vinculada con la vigilancia. Rezar, esperar a Jesús, abrirse a los demás, estar despiertos, no encerrados en nosotros mismos.
Fray Enrique OFM.