Se han separado del camino recto y han hecho que muchos tropiecen en ley
El libro del profeta Malaquías hace un llamado a los sacerdotes: si no escucháis y no poneis todo vuestro corazón en glorificar mi nombre… les enviare la maldición. La Palabra hoy se convierte en una severa advertencia contra las autoridades religiosas de todos los tiempos. Malaquías (significa “mi mensajero”) denuncia a la clase sacerdotal por su escandaloso comportamiento y la exposición de una enseñanza que “amenaza” con naufragar la alianza de Dios con los hombres. Se han apartado del camino y han abusado de la Ley para favorecer a los pudientes, despreciando a los humildes y sencillos que quedan relegados al “olvido” de la paternidad de Dios. Buscan su propia gloria en vez de la de Dios.
En los últimos versículos abre la acusación a todo el pueblo, pero ahora el centro de gravedad de la acusación se desplaza hacia el trato igualitario al prójimo. Somos hijos e hijas de un mismo Dios, de un mismo padre, y de una tradición basada en la misma alianza de nuestros padres. Luego ¿qué sentido tiene un trato del prójimo que no se acomoda a esa realidad? Siguiendo la estela de estas consideraciones, el evangelio profundiza en estas actitudes, sea de los representantes y responsables de la Ley, sea en el auténtico camino que debe seguir cualquier persona de la comunidad.
Deseábamos entregar no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas
San Pablo muestra su amor inmenso que tiene por los que han abrazado el evangelio de Dios: nos portamos con delicadeza con vosotros, como una madre que cuida con cariño a sus hijos. Os queríamos tanto que deseábamos entregarnos no solo el evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque se han ganado nuestro amor. En ese sentido, pues, no solamente estaba dispuesto a entregarles el evangelio, sino su vida si hubiera sido necesario. Incluso llega a darnos un dato curioso de la vida de Pablo: él trabaja con sus manos y evangeliza para no ser gravoso a la comunidad, aunque en otro momento piensa que el apóstol tendría derecho a dedicarse solamente a la evangelización.
Pablo hace una afirmación sobre la Palabra de Dios llena de contenido. Es una de esas afirmaciones teológicas sobre la eficacia de la "palabra de Dios", si ésta se entiende como palabra de vida, de luz, de revelación; en definitiva, como palabra profética. Porque Dios habla en la historia por medio de signos y de los hombres en los que ha puesto "su imagen".
Ellos dicen, pero no lo hacen
El evangelio de hoy nos invita a que seamos atentos con los que predican su Palabra, porque hay muchos que se alejan de su originalidad y pueden desviarnos del camino de Dios; Jesús dirigiendo a la gente y a sus discípulos dice: hacer y cumplid todo lo que es digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Hoy Jesús en su Palabra nos dice por un lado quienes y como son los fariseos y luego deja a sus discípulos consejos claros de cómo deben ser quienes quieren seguir sus huellas.
Este evangelio es una crítica muy seria a los expertos en religión y a los que tienen algún tipo de poder sobre las personas, cuando actúan con hipocresía. Para Jesús, la hipocresía de quien tiene poder, cualquier tipo de poder, se manifiesta en estos cinco aspectos: 1) Poner cargas pesadas sobre las personas. 2) Actuar para que lo vea la gente. 3) Torcer la ley y con ello torcer la verdad. 4) Buscar ser los primeros. 5) Sentirse superior a los demás. También nos dirá Jesús, que lo único que puede erradicar esta hipocresía es una vida de hermanos. Pero no una hermandad convencional. Sino aquella que es construida a base de misericordia, de sencillez, de auténtica justicia, de cercanía y encuentro, y a base de humildad. Una hermandad que no sea para arroparme o cuidarme yo, sino para arroparnos y cuidarnos todos al abrigo del respeto, valoración y aprecio recíprocos sabiendo que somos hijos de un mismo Padre, Dios.
Quien se presenta ante los demás tal cual es y sin posturas. Quien no tiene que ocultar sus dones y sus miedos, sus fragilidades y fortalezas, sus limitaciones y posibilidades, sus errores y aciertos, es una persona de verdad. Si quieres arrancar de raíz la hipocresía que mata el alma, no te sientas superior a nadie sino igual, no te consideres el dueño de nada sino corresponsable con los demás y, lo más importante, hazte servidor de todos en toda circunstancia, tiempo y lugar. Y verás cómo empieza a brotar tu alegría, dejando al descubierto la vida que llevas dentro.
Jesús mío, reflexionando tu Evangelio, me doy cuenta de que frecuentemente me preocupo de cosas sin importancia, olvidando lo que debe ser mi principal preocupación: corresponder a tu amor, corresponder a tu llamado como religioso. Mi fe no se manifiesta en ritos o devociones, sino en mis actos concretos de amor a Dios y a los demás. Ayúdame, Padre Misericordioso, dame tu gracia, para que sepa amar, dejando a un lado toda vanidad y deseo de aparecer lo que no soy y ser como tú eres. Amén.