¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!
El evangelio de hoy nos muestra la humanidad de Jesús, llora por Jerusalén, que cegada no ha reconocido a Aquel que trae la paz. Jesús no solo llora, también profetiza sobre lo que sucederá con la ciudad santa: Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita. Esta realidad no queda ajena hasta el día de hoy. Existe la división, existen los enfrentamientos, existen las guerras.
Como bien sabemos la situación actual en tierra santa, así como en muchos otros lugares del mundo donde la guerra y el sufrimiento causan estragos en la humanidad. En medio de los escombros se escuchan los gritos de dolor que claman paz. Son tantos inocentes que han muerto, niños que han perdió a sus padres y padres que han perdido a sus hijos.
El evangelio de hoy nos hace un llamado a la compasión, la empatía y la solidaridad con aquellos que sufren en estos momentos difíciles. Es importante reconocer que Jesús no solo lloró por Jerusalén en su tiempo, sino que también comparte el sufrimiento de todas las personas que están experimentando la devastación de la guerra en la actualidad. Su ejemplo nos llama a no ser indiferentes ante el dolor ajeno y a unirnos en oración y compasión por aquellos que sufren, especialmente por aquellos que han perdido a sus seres queridos y están pasando por situaciones extremadamente difíciles.
Jesús nos invita a abrir nuestros corazones y a ser más humanos, ser empáticos con el sufrimiento ajeno, buscar la paz y la reconciliación en un mundo marcado por la división y el conflicto, es un llamado poderoso que nos hace Jesús. La transformación de nuestros corazones, haciendo más compasivos y misericordiosos, es fundamental para lograr un cambio significativo en el mundo.
Que la oración nos una en solidaridad con quienes sufren y nos motive a trabajar por la paz, la comprensión y el amor entre todos los seres humanos. Oremos para que Dios transforme nuestros corazones y nos guía para ser instrumentos de Su paz y consuelo en un mundo herido por la guerra y el sufrimiento. Amén.