El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Juan.
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y este le dice: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis». Palabra del Señor.
En el Evangelio de Juan, como en los otros tres, se cuenta el momento de la Última Cena. Lo particular del Evangelio de Juan es que la bendición del pan y del vino no se cuenta como estamos acostumbrados a escuchar durante la misa: todo gira en torno al lavatorio de los pies. El de Juan es el último evangelio escrito, por lo que no fue necesario contar el mismo episodio por cuarta vez. Lo que hacía falta era explicar su significado a través de la historia.
El lavatorio de los pies era un gesto tradicional con el que se recibía a un huésped distinguido cuando llegaba a su casa. Caminábamos en sandalias por calles polvorientas, era normal tener los pies sucios cuando llegábamos a casa de alguien. Lavarse los pies era, por tanto, un gesto que indicaba acogida, pero no era el cabeza de familia quien lo hacía: eran los sirvientes, los esclavos.
Entendemos por qué Pedro está asombrado y también por qué Jesús habla de servicio. Por tanto, entendemos que la fracción del pan que narran los otros tres evangelios no es un recordatorio del sufrimiento que Jesús experimentará en la cruz como un fin en sí mismo. No somos salvos por el sufrimiento de Jesús, ofrecer pan y vino como símbolo de la vida de Jesús es el deseo de ponernos al servicio del hombre. ¡Es el amor el que salva al hombre y Jesús lo manifiesta poniéndose a su servicio, inclinándose ante Él cuando sería el hombre quien debería inclinarse ante Dios!
Jesús, consciente de su destino divino, escenifica una acción simbólica en tres actos: despojarse de su manto, ceñirse un paño y lavar los pies de sus discípulos, secándoselos con el mismo paño. Este acto no solo simboliza la humildad y el servicio, sino que se carga de un significado más profundo al insistir en el detalle de ceñirse el paño, lo cual se entiende mejor desde una perspectiva simbólica y profética. Este gesto no solo anticipa su muerte sino que también manifiesta su lucha contra las fuerzas del odio y la oscuridad, reafirmando su libertad y su victoria sobre la muerte, no como un fin trágico sino como una muerte redentora, una entrega soteriológica.
La interacción con Pedro, quien inicialmente no comprende el acto del lavatorio, destaca la dificultad de entender la muerte de Jesús como una muerte salvífica, algo que solo se hará evidente tras su resurrección. Jesús se ciñe no solo para lavar los pies de sus discípulos, sino también como preparación para su propia muerte, subrayando el contraste entre la visión del mundo y el plan de Dios. La muerte de Jesús, lejos de ser una derrota, se convierte en el medio a través del cual se manifiesta el amor supremo y se logra la victoria sobre el odio.
La narración del lavatorio de los pies en Juan, por lo tanto, no debe verse simplemente como un acto de humildad, sino como una acción cargada de significado soteriológico y simbólico que revela la muerte de Jesús como un acto de amor consumado. Este gesto, junto con su muerte, representa la lucha de Jesús contra las fuerzas del mal, culminando en su glorificación y la afirmación de su amor inquebrantable, incluso frente a la traición y la muerte.
El lavatorio de los pies, lejos de ser un mero acto de servicio, encierra una rica simbología profética y soteriológica que subraya la profundidad del amor de Jesús, su libertad frente al destino impuesto por el mundo y su victoria final sobre el odio a través de la entrega de su vida. Esta perspectiva no solo enriquece nuestra comprensión del relato joánico sino que también invita a una reflexión más profunda sobre el significado del sacrificio de Jesús y su enseñanza sobre el amor y el servicio como la esencia del discipulado.