“ ¿Dónde están tus acusadores? ”
✠ Lectura del santo evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».Ella contestó: «Ninguno, Señor».Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Palabra del Señor.
«Vete, y en adelante no peques más»
En el evangelio de hoy, nos encontramos con un episodio conmovedor de la vida de Jesús, donde su compasión y sabiduría son puestas a prueba por los escribas y fariseos. Este relato nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de la misericordia y la justicia, y cómo podemos aplicar estos valores en nuestras propias vidas.
En este pasaje, vemos cómo los escribas y fariseos intentan utilizar una situación difícil para poner a Jesús en aprietos, sin preocuparse por la justicia o la salvación de la mujer acusada de adulterio. Sin embargo, Jesús responde con sabiduría y compasión, desafiando a sus detractores a reflexionar sobre sus propias actitudes y motivaciones.
La mirada compasiva de Jesús penetra en los corazones endurecidos de aquellos que buscan condenar a otros sin reconocer su propia necesidad de redención. Él les ofrece una oportunidad de salvación, incluso a aquellos que no muestran misericordia hacia los demás. En este episodio, vemos que Jesús no viene a condenar, sino a invitar a todos, tanto a la mujer pecadora como a sus acusadores, a la conversión y al perdón.
Estamos llamados a seguir el ejemplo de Jesús, acogiendo su invitación a la conversión y al perdón en nuestras propias vidas. Debemos estar dispuestos a reconocer nuestros propios pecados y errores, y a buscar la misericordia y el perdón de Dios. Solo entonces podremos experimentar la verdadera libertad y transformación que viene de un encuentro personal con Cristo.
Que este pasaje del Evangelio nos inspire a examinar nuestros corazones y a buscar la verdadera justicia y misericordia en todas nuestras interacciones con los demás. Que podamos seguir el ejemplo de Jesús, mostrando compasión y perdón a aquellos que nos rodean, y reconociendo nuestra propia necesidad de redención y conversión. Que la gracia de Dios nos guíe en este camino hacia una vida más plena y en comunión con Él. Amén.
¿Qué enseñanzas encuentras en este pasaje del Evangelio sobre la misericordia y la justicia? ¿Cómo puedes aplicar estas lecciones en tu vida diaria y en tus relaciones con los demás? Comparte tus reflexiones y experiencias en los comentarios.