Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.
✠ Lectura del santo Evangelio según San Juan.
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir. Palabra del Señor.
El evangelista señala que entre la inmensa multitud que se había reunido para la celebración, había algunos griegos que querían ver a Jesús, cuya aparición no es noticia. Indica que la obra de Jesús ahora estará abierta a todos los hombres. Aquí está la prueba. Jesús respondió: "Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado". Jesús no responde a los griegos que aún se los habían presentado, sino a los discípulos, que deberán continuar su misión.
En su respuesta muestra "dónde" tanto ellos como los demás pueden ver al Señor: en la cruz. "Vosotros, que antes estabais lejos, ahora os habéis acercado por la sangre de Cristo. Él es nuestra paz, habiendo destruido la enemistad que había entre nosotros". La necesidad de su muerte se muestra en la siguiente imagen. "Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto". Si el Hijo único no comunicara su vida a sus hermanos, quedaría solo. En este caso ya no sería Hijo de Dios, porque no viviría en el amor que el Padre tiene por todos sus hijos.
El egoísmo es estéril, es muerte. La semilla que no muere no se reproduce. Una vida que no se da está muerta. La glorificación del Hijo en la cruz es la misma imagen de la semilla muriendo. Al dar la vida, Jesús se revela igual al Padre, principio de vida para todos. Los griegos que quieren ver a Jesús son las primicias de esta fecundidad. Fuimos generados para generar en el Espíritu. Estamos envueltos en el mismo destino de muerte y de gloria: "El que ama su vida, la pierde. El que odia su vida, la regala. El que me sirve, me sigue. Donde yo estoy, allí también estará mi siervo".
La confirmación es la respuesta a la solidaridad con Cristo. Y Jesús, llegada ya a su "hora", exclama: "mi alma está turbada... pero por eso he llegado a esta hora". La voz tranquilizadora del Padre se escucha, no para él, sino para nosotros, para que lo reconozcamos como Hijo. Como siempre, el Evangelio, incluso cuando nos cuenta la historia de un grano, nos habla de nuestra vida, alcanzada por el amor. A su vez esos granos caerán al suelo, pero no morirán en vano. Darán mucho fruto.